Durante la primavera del 2003, 329 personas contrajeron una enfermedad infecciosa en un rascacielos de Hong Kong. 42 de estas 329 personas perdieron su vida.
El edificio — Amoy Gardens — fue el epicentro del brote del SARS en 2003. Casi una quinta parte de todos los casos y muertes de SARS registrados en Hong Kong derivaron de Amoy Gardens.
Y mientras lidiamos con una cepa del coronavirus (SARS-CoV-2) muy similar a la que mató a 42 residentes del Amoy Gardens en 2003, podemos echar un vistazo a la historia para guiar el futuro de las respuestas a la pandemia en áreas urbanas densamente pobladas como Hong Kong.
Cuando la plomería en mal estado puede terminar mal
Muchas veces damos por sentadas las comodidades que facilitan nuestras vidas. Asumimos que se prenderán las luces cuando accionamos el interruptor. Asumimos que el horno calentará cuando giramos la perilla. Asumimos que el detector de humo sonará en caso de un incendio.
Quizás, más que otro aspecto crítico de nuestra vida moderna, damos por sentado que la plomería transporta todo tipo de fluidos por todas nuestras residencias, edificios y ciudades.
La etimología de la palabra plomería surge del material utilizado para construir tuberías en el Imperio Romano. Plumbing, plomería en inglés, deriva de la palabra en latín que significa plomo: plumbum. Como ya sabemos, el plomo es una sustancia extremadamente peligrosa que muchas veces causa problemas de salud serios en el cuerpo humano. Es una advertencia de que cuando la plomería está mal hecha, las cosas pueden salir muy mal.
Antes de la Revolución Industrial, las plomerías en mal estado no eran tan problemáticas, ya que las ciudades no estaban tan pobladas como ahora. Pero a medida que la industrialización promovía el hacinamiento denso en ciudades no preparadas, lugares como Nueva York y Londres sufrieron frecuentes propagaciones de enfermedades como la viruela y la fiebre tifoidea. Hong Kong experimentó en carne propia los inconvenientes de la plomería en mal estado en 2003.
Los virus respiratorios como el SARS generalmente se propagan a través del contacto directo entre personas. Pero estos virus también se transmiten por otros medios. En edificios altos, como Amoy Gardens, la plomería defectuosa puede permitir la transmisión del virus sin contacto directo. Las tuberías en mal estado les pueden dar a las partículas de virus, generalmente denominadas aerosoles, el respiro que necesitan para propagarse.
La posibilidad de la transmisión del coronavirus a través de la plomería ha sido verificada de forma científica. Cuatro coinvestigadores publicaron los resultados de un experimento en 2017 de un experimento a gran escala sobre un banco de ensayos de aguas residuales de plomería de dos pisos. En ambos pisos se encontraron patógenos aerosolizados en el aire, y las gotitas de agua incluso contaminaron las superficies tanto de las habitaciones como del mismo sistema de plomería.
Cómo la plomería en mal estado puede causar brotes de enfermedades:
¿Cómo puede ocurrir esto? Normalmente, las tuberías tienen una trampa llena de agua con forma de U (generalmente llamada U-bend o trampa U) que impide que los fluidos y los olores vuelvan a subir. Pero las filtraciones y otros defectos en las cañerías pueden mantener las tuberías demasiado abiertas, lo que permite que el aire contaminado recircule libremente y quede expuesto a los residentes.
El riesgo aumenta en casos como en una pandemia, donde la gente no tiene otra opción que encerrarse en sus hogares y los hospitales se saturan con pacientes enfermos. Esa redistribución de actividad humana puede forzar esas trampas U a causa del uso excesivo, posiblemente dando lugar a sellos de agua fundidos que permiten la recirculación de contaminantes. Por otro lado, la infrautilización de las tuberías de esa misma redistribución de actividad humana también puede causar la evaporación del agua en las trampas U, tornándolas ineficaces.
Los sellos de agua fundidos causaron el brote de Amoy Gardens en 2003, según una investigación de la Organización Mundial de la Salud. La OMS descubrió que cuando los residentes tenían diarrea en los baños del edificio, partículas colmadas de virus transportadas por el aire se podían propagar de un departamento a otro.
“Cuando el baño estaba ocupado, con la puerta cerrada y el extractor prendido, podía haber presión negativa para extraer las gotitas contaminadas del baño”, dijo en su momento Yeoh Engkiong, Secretario de Salud, Bienestar y Alimentos de Hong Kong, de acuerdo al Washington Post. “Las gotitas contaminadas podían depositarse en varias superficies como alfombras, toallas, artículos de higiene personal y otros materiales sanitarios”.
En un departamento desocupado en un rascacielos independiente no muy lejos de Hong Kong, esto volvió a ocurrir en las etapas iniciales de la pandemia de COVID-19. Y en un edificio de departamentos muy ocupado en Hong Kong, probablemente también ocurrió. Una mujer de 62 años se convirtió en la segunda persona del edificio en contraer COVID-19; la primera persona vivía 10 pisos debajo de ella, lo que dio lugar a la incógnita de cómo se pudo propagar el coronavirus sin contacto directo cara a cara.
¿El posible responsable? La plomería.
La próxima COVID, la pregunta es cuándo será, no si sucederá
La pregunta no es “si” una pandemia ocurrirá de nuevo. La pregunta es “cuándo”. En un informe de agosto de 2020 publicado en la revista Cell, el médico Anthony Fauci y el epidemiólogo David Morena —viejos colegas del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas (NIAID)— predijeron el comienzo de una “era pandémica” para la humanidad causada en gran medida por la deforestación, el amontonamiento urbano y mercados propensos para una caza silvestre.
De ese modo, Fauci y Morens consideran a la degradación ambiental como “el determinante clave en la aparición de enfermedades” en el siglo XXI. Ambos expertos en enfermedades infecciosas recomiendan utilizar la pandemia de COVID-19 como una guía para futuras respuestas a pandemias.
Los expertos le dijeron a BuzzFeed que esta es una gran oportunidad para repensar el enfoque actual de lidiar con cada pandemia —H1N1 en 2009, Ébola en 2014 y COVID-19 entre otros ejemplos recientes— como una emergencia excepcional y, en cambio, tratar a las pandemias como una amenaza continua a la salud pública que requiere tratamiento preventivo. En este sentido, las ciudades deberían considerar a la COVID tanto como una advertencia para permanecer en alerta, como una oportunidad para aprender lecciones para el futuro.
Quizás, la mejor decisión política que pueden hacer las ciudades es crear distanciamiento entre espacios urbanos y espacios silvestres. Esto puede sonar contradictorio; ¿está mal separar las actividades humanas de las naturales y de forma intencional separar a los humanos del mundo natural?
En general, eso es verdad. Pero el 75 % de las enfermedades infecciosas recientemente emergentes en el mundo son zoonóticas, lo que significa que se propagan de animales a humanos. De este modo, las ciudades deberían procurar cultivar espacios naturales (dándoles a los ciudadanos la posibilidad de reconectarse con la naturaleza, como escribí el pasado mes de junio) y a la vez mantener los límites con los hábitats verdaderamente salvajes, donde los posibles vectores de enfermedades se esconden en los cuerpos de criaturas que tienen mínima exposición a los humanos.
Controlar la potencial propagación de la enfermedad en mercados propensos y las áreas deforestadas es una cosa; sin embargo, esa es solo la primera línea de defensa. En ciudades densamente pobladas, una planificación y un diseño apropiados deben incorporar la posibilidad grave de propagación de futuras enfermedades y diseñar ambientes urbanos mejores equipados para manejar cualquier situación que la naturaleza nos presente.
Y en rascacielos saturados de gente como Amoy Gardens, esa iniciativa comienza con la infraestructura escondida que muchas veces damos por sentado, como la plomería.
La solución simple y rentable para la plomería en mal estado
La solución para los sellos de agua defectuosos implicados en Amoy Gardens es tanto simple como rentable. Las Válvulas de Agua Sanitaria aprobadas y certificadas deberían reemplazar a las trampas U tanto en las construcciones nuevas como en las ya existentes.
Estas válvulas, que son secas y herméticas (a diferencia de sus homólogos con forma de U), evitan las fluctuaciones de presión que les pueden dar a los aerosoles el respiro que necesitan para propagarse. Las trampas sin agua mejoran significativamente la efectividad de los sistemas de plomería. Pero también pueden utilizarse con otros fines como para las calderas o los sistemas de aire acondicionado.
No obstante, al igual que otras áreas con mejor infraestructura pueden salvar vidas, se requiere tanto tiempo como dinero para preservar la seguridad de las personas. Pero ahora que el mundo entero ha experimentado los impactos devastadores de una pandemia mundial desatada por la infraestructura y el diseño deficientes, ¿qué precio estarán dispuestas a pagar las personas para mantenerse sanas y salvas de ahora en adelante?
Conclusión
Un aporte crítico respecto al brote de Amoy Gardens: si se promueve indiscriminadamente, el contacto humano puede ser un arma de doble filo. La mayor atracción de las áreas urbanas densamente poblabas como Hong Kong es su vitalidad y energía, que surge de la conglomeración de distintos tipos de personas.
Pero a medida que la población de las ciudades es más densa, las ciudades deben caminar por la cuerda floja entre acercar a la gente y mantenerla a salvo.
El sistema de cloacas defectuoso es solo un ejemplo de cómo la vida en la ciudad puede terminar mal. Pero con diseños más ingeniosos, esto no tiene que ocurrir, ni debería.